domingo, 20 de marzo de 2011

Ilusión de una semilla

Escrito de LAURA BIANCHI;


-Cierro los ojos, y me expando.


Siento las pestañas cómo se cierran, los labios resecos tranquilamente se separan de forma irregular. El aire que entra, que permanece, que sale.



Me agacho.
Cojo un puñado de arena. Se desliza por la abertura que yo prometo y cae como si de un reloj se tratase, y en su caída recojo recuerdos. Recuerdos alegres, tristes, que me recuerdan quién soy.


Me levanto.

Paso la mano por el tronco áspero y profundo de una anciana encina. Ella me cuenta desde su interior como vivir, como soñar. Sin un corazón, es un continuo latido de vida.

Me susurra que cuando era muy, muy pequeña, sólo una pequeña semilla albergada y protegida, soñaba con ser ingerida por un pájaro enorme de alas perfectamente abatibles, y llevada lejos.



Lejos a un lugar donde no ha sido descubierto el hierro ni el bronce, donde el viento pinta con ecos susurros al amanecer, donde el agua no sólo canta si no que también escucha, y calla. Sitios donde el tiempo se vuelca en favor de la felicidad, apremiado por dejar atrás momentos de confusión o de pena. Campos donde las flores se abren con el resplandor de la luna, y ésta baja a pasear y reír entre nimias praderas que viste de plata.



Y la semilla esperó. Y aquel otoño no vinieron pájaros. Aquel otoño no llovió. Aquel otoño las hojas murieron de repente y no cromaron. Aquel, fue el primer otoño que sería recordado por la vieja encina y por otros seres como el otoño en el que el rencor y el odio crecieron en el ser humano. Sólo nuestra mera existencia ha destruido lugares reservados a la capacidad mágica del verdadero sueño.


Vuelvo en mí.

Acaricio a la encina.
La observo tristemente.
Vuelvo a acariciar a la encina, y pienso:

Yo también habré arrebatado la ilusión a una semilla.

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